Marco Balzano: “La migración de hace diez años era muy parecida”
Marco Balzano se ha alzado con el Premio Campiello con su libro El último en llegar. Una conmovedora novela sobre la historia en minúsculas que nos cuenta la historia de Ninetto, un niño que parte de Sicilia hacia Milán. Deja atrás a una madre reducida al silencio y a un padre que prefiere la promesa de un futuro a la añoranza. Nada más llegar a su destino, un nuevo mundo se abre ante sus ojos: camina sin parar, busca, pregunta y consigue su primer trabajo. Una primera vez de tantas otras muchas: aventurarse por barrios y suburbios, descubrir la belleza de las mujeres o conocer a nuevos amigos, con la emoción siempre de lo desconocido. Y en ese mundo nuevo, distinto y duro, encontrará la voz con la que narrará su propia historia y la de otros muchos para que no caiga nunca en el olvido.
¿Cómo nace esta historia?
Italia se ha convertido en un país de llegadas, pero siempre ha sido un lugar de partidas. Desde Cristóbal Colón en adelante hemos sido emigrantes y la emigración para mí es una metáfora interesante porque corresponde al legítimo deseo de todo hombre de mejorar su suerte. Hace diez años veíamos, como hoy, a muchos niños desembarcando de los botes de los contrabandistas y de las llamadas “carrette del mare” en las costas de Lampedusa y del sur de Italia. Me pregunté si nosotros también habíamos tenido niños migrantes: menores no acompañados que salían de sus países y se agolpaban en Milán, Turín, Génova… Tuvimos miles y miles de ellos: niños y niñas que venían de todas partes y a veces paraban en esas ciudades, otras se iban a Bélgica, Alemania, Estados Unidos… Quiero contar la historia de uno de ellos porque Occidente tiene a menudo una memoria muy corta. E Italia aún más
Es bonito ver a través de los ojos del protagonista las primeras veces de un niño. ¿Por qué querías transmitir estas imágenes al lector?
Ninetto tiene nueve años, no quiere irse. Pero una vez que sube al tren encuentra entusiasmo, fuerza: siempre mira hacia delante. Los niños pueden olvidar las penas y las decepciones más que los adultos porque tienen el impulso del crecimiento, el descubrimiento y el deseo de aprender. Describir a este niño en su cojo italiano daba a la historia movimiento, imágenes, dinamismo, que son los ingredientes que siempre busco junto con un contexto histórico que conocer.
¿Cómo fue para ti crearlas y volver a esas primeras veces?
Escribir, en algunos aspectos, es como ser actor: te metes en la piel, la voz y la mirada de otros hombres, otros tiempos, otras lógicas y otros valores. Es un ejercicio que aporta conocimiento y abre la mente. La fantasía es una forma de comprender, no de huir de la realidad. Al contar la historia de Ninetto, sentí que volvía a ver a aquellos hombres, ya ancianos o muertos, que construyeron las carreteras, las escuelas, las casas en las que vivimos: testigos de un camino que está muy cerca, pero que a los más superficiales puede parecerles lejano. En cambio, está a la vuelta de la esquina y todavía tenemos que reconciliarnos con él: una historia también sirve para esto, para reconciliarnos con la memoria.
Esta novela está cargada de temas que se están dando en la actualidad
Sí, exactamente. La migración de hace diez años era muy parecida a la actual, a la que se añaden los que huyen de las guerras dentro de Europa. Pero Ninetto es también un hombre que ha estudiado poco y, por tanto, es presa de sus prejuicios y temores: la ignorancia le costará cara. Es un libro sobre una infancia negada socialmente y, por otra parte, vivida con un entusiasmo que nace del carácter del propio protagonista. Luego está la ciudad de Milán, que, como otras grandes urbes de todo el mundo, tiene una periferia que acoge siempre a los últimos en llegar y tiene un centro donde los más ricos permanecen atrincherados. Mientras no exista una dialéctica entre el centro y la periferia, mientras los suburbios no se conviertan en un laboratorio de nuevas ideas y energías sino que sigan siendo guetos, los últimos en llegar siempre gritarán su cólera.
Una narración delicada, bien cuidada y que transporta al lector de Sicilia a Milán. ¿Podemos hablar de una pequeña guía por estos territorios?
No sé… Los lugares tienen una importancia fundamental en mis libros. No son fondos de cartón o decorados planos, sino que se mueven, influyen y evolucionan junto con las personas que los habitan. Milán es recorrida a lo largo y ancho por Ninetto, montado en esta bicicleta robada, la ciudad abre sorprendentes destellos de poesía y miseria. Sicilia está quieta, fijada en el tiempo: pero es una Sicilia rural, interior, más pobre que Palermo y Catania. La Sicilia de este libro es quizá más un lugar de memoria, de una riqueza que desapareció incluso antes de ser disfrutada.
¿Cómo ha sido la creación de los personajes?
Siempre empiezo con imágenes y lenguaje. Esta última resonaba en mi cabeza como una canción, tenía ritmo y concreción. La imagen me la dieron esos magrebíes que ahora habitan los bloques de las afueras donde, hace cincuenta años, vivían los sureños del siglo pasado, donde también vivieron mis padres, emigrantes del Sur. Conozco esos rostros, son los de mis abuelos, que eran dos emigrantes de Apulia que pasaron de ser campesinos a convertirse en obreros de las grandes fábricas del Norte. Quería un rostro hueco, con una voz profunda. Un escritor roba de todas partes: palabras, rasgos, expresiones… y luego las difumina. No es algo que sólo pueda explicarse a la luz de la razón….
La novela busca lanzar un mensaje y es que este tipo de historias no caigan en el olvido por la dureza que tienen y porque mañana nos puede tocar a nosotros ser ellos
El mundo cambia rápidamente, a un ritmo impensable hasta hace poco. Tener memoria puede ayudarnos a saber interpretar las historias que nos pasan por delante, las vidas diferentes a la nuestra. Porque, claro, mañana siempre se pueden invertir los bandos y porque, aunque no sea así, el poder de una historia es acercarnos a vidas diferentes a la nuestra y hacernos más empáticos con el sufrimiento y la felicidad de los demás.