La voz y el piano de Pablo López inundan de magia el Teatro Real
El Teatro Real se vestía de gala para recibir a uno de los artistas nacionales más importantes de nuestro país, Pablo López. Un escenario muy familiar

Pablo López en el Teatro Real (Madrid). Foto: Daniel Díaz
El Teatro Real se vestía de gala para recibir a uno de los artistas nacionales más importantes de nuestro país, Pablo López. Un escenario muy familiar que te hacía trasladarte al salón de tu casa en donde únicamente se encontraba un piano y unas luces. Esta escenografía nos hacía prever que la magia y la emoción iban a suceder entre las butacas del teatro.
Sin músicos, sin banda. Solo él y su fiel compañero hicieron saltar los aplausos. Cuando todo el público esperaba que se iniciara con algunos de sus grandes éxitos, él decidió hacerlo con una de las canciones más míticas de la música española: Pongamos que hablo de Madrid, del maestro Joaquín Sabina. A esta canción pronto se le unió Vi, para continuar con El camino y La mejor noche. Recordó a otro de los grandes que ha tenido nuestro país, Antonio Flores. Nos deleitó con un breve fragmento de No sudaría, que fue seguido por los asistentes, antes de fundirse con Me conocen.
Pablo se sigue sintiendo como un niño al que le gusta hacer canciones. Esa ilusión estuvo presente durante las casi dos horas de música en directo en la que recorrió algunos de sus grandes éxitos. Aunque, también, hubo espacio para sus comienzos con melodías como La mejor noche de mi vida, que le transportó a sus primeros pasos en el mundo de la música y sus primeros directos que hizo en la Sala Caracol de Madrid.
No importa si nos canta una de sus primeras canciones o su último lanzamiento porque todas tienen algo en común: nos cuentan una historia. Nos habla de libertad, de rabia, de injusticias, de la familia, de las diferentes formas que tiene el amor e incluso de la envidia. Él no dejó escapar ninguno de esos sentimientos que transmitió entre el público entregado y que acogió a un gran número de amigos del artista.
Por momentos, la tapa del piano de cola llegó a convertirse en una caja de ritmo. El público reclamó una canción a prueba de supersticiones, Trece. Hilvanándola con la de Hijos del verbo amar en donde los fans amplificaron la resonancia al compás de unas palmas y con los coros. Entre el público tampoco faltaron los piropos hacia el cantante. En medio de la música, también hubo risas sobre todo cuando la palabra DNI arrancó el aplauso del público. Y, fue en estos momentos de ponerle valor a las pequeñas cosas cuando el malagueño recordó que, lo que más le gusta leer de su carnet de identidad es “cuando dice que soy hijo de mi madre. Hijo de María Dolores”. Hizo un alegato al valor de la familia, el amor y lanzó un consejo a sus fans: “Vayan con sus madres a escuchar música, os lo recomiendo”. Y, ahí fue cuando se arrancó con El niño.

En un momento de la noche pidió luz para verificar que, en la tercera fila, estaba su amiga Niña Pastori. El público pidió que subiera a cantar con él, pero Pablo López la emplazó para otra ocasión.
Nos encontramos con baladas como Lo saben mis zapatos que levantaron al público de sus asientos o Tu enemigo que recordó el sin sentido de las guerras con esa frase “tus manos son mi bandera y tengo de frontera una canción”. Volvió a hacer referencia a un grupo de los 80 por qué quién no ha cantado alguna vez el Barco a Venus o Me cuesta tanto olvidarte de Mecano. Con esta última recordó a la chica que vio en Starbucks de la que se “enamoró” cuando le servía un tea chai. Entre confesiones también mostró su “cobardía”, de ese día que tarde, como siempre, compuso la canción Dos palabras, huyendo de aquella persona que tuvo el valor de decirte un te quiero.
Se vivió un momento especial cuando salió del escenario y los fans en vez de reclamarle “otra, otra” comenzaron a cantar De primaveras el jardín y él, que había ido a abrazar a su equipo entre bambalinas, tuvo que salir corriendo a tocar los acordes a piano. El gato ponía casi el punto final al concierto e instó a todos a dejar los prejuicios en la vida y a querer sin aranceles. Ahora sí, llegaba el momento de bajar el telón del Teatro Real con una interpretación de El patio que selló de forma inmejorable el espectáculo.